jueves, 18 de diciembre de 2014

Encierro.

 En tantos nombres que me han puesto ninguno me ha dado tanto para pensar, para retorcerme en introspectivo análisis.
 Cada nombre que me han dado, puesto he tenido varios, me ha resultado una prótesis en el ego. Cada nombre y cada apodo, cada llamada; siendo estas forjadas con la actitud tan servil de satisfacer, se me han incrustado en cada herida y han protegido mi interior, a costa de jamás sanar lo tocado.
 En cada uno de los formatos que me encarcelan. En cada pronunciación de mi personaje de turno, siento con cada uno la necesidad de defender a regañadientes una actitud que no me representa. Siendo quizá lo más próximo a un condicionamiento que pueda reconocer. Nos enseñan a proteger los puñales que azuzan nuestra dialéctica.
 Pero vos me diste un nombre particular. Un nombre que no me pertenece, pero del cual puedo dar uso cuando se me invoca por tal, de forma que sea la herida de otro. De forma que tu carne sea usada en tu contra. De forma que el dolor mío sea tuyo. De forma que tu dolor no sea ni remotamente mío, porque en la enferma relación que nos desvela, no conocés aún lo perverso que puedo ser, lo enfermo que puedo resultar, ni lo degenerado que deseo volverme. Porque el rencor no existe, el enojo es una ilusión, solo tenemos desprecio. Aunque nos sienta mejor la indiferencia.

lunes, 13 de octubre de 2014

Sacrificios.

Decidí derrumbar el mundo, para levantarle un templo a mi soledad.

viernes, 3 de octubre de 2014

Madrugada.

 A veces con oir ciertos nombres tiemblo como un nene con frío. No es poético, no es hermoso.
 A veces cuando pienso a cierta gente me retuerzo por darme el lujo de estar en lo correcto y me enorgullece que sea mi culpa saberlos tan bien.
 A veces, estando en silencio escucho tus sonidos mas guturales, te desvivo y te levanto cual mesías a un Lázaro.
 A veces quiero ser capaz de ver a la gente como algo más que ajenos, sentirme verdaderamente uno con ciertas personas.
 A veces me aburro de ser y quisiera conocer de un mundo sin presencia de mi persona, para estar al tanto de situaciones que no podría en caso de existir.
 A veces sueño cosas que desbordan sadismo y cosas que me resultan familiares a condenas infernales de las mas escueta y satírica biblia "ala" Gutenberg.
 A veces me canso de discutir y solo quiero pelear, pero pasa muy poco a menudo. Me agrada demasiado discutir sin necesidad de riña.
 A veces me extraño a mi mismo en tiempos ya distantes, no por ser de una manera querible en pasadas situaciones, sino por poder darme lujos de ignorancias que ahora se me niegan.
 A veces me veo tan hermoso y tan horrible al mismo tiempo que el espejo mismo me consume en un acto de vanidad e inspección que raya la manía y saluda de cerca de la paranoia.
 A veces me resulta realmente imposible reaccionar con simpatía ante gente que no merece ninguna seca forma de reproche. Pero creo que lo llevo muy dentro y no doy pie con bola al momento de las pautas de convivencia.
 A veces me siento extraño dentro de mi propia forma. No me reconozco de ninguna manera. Me siento nuevo, recién creado en un mundo que ya lleva su cause. Me resulta tan histéricamente gracioso que no me quejo, porque hay un raro encanto en ver una película ya empezada. Y es ciertamente la ironía lo que disfruto más de no ser participe del pasado de una vida que llevo desde el comienzo de la misma.

martes, 12 de agosto de 2014

What you could. What I shouldn't.

Here's how it works for most of us, as far as I can tell. I'll even put it in list form, because who gives a fuck at this point:

1. At an early age, you start hating yourself. Often it's because you were abused, or just grew up in a broken home, or were rejected socially, or maybe you were just weird or fat or ... whatever. You're not like the other kids, the other kids don't seem to like you, and you can usually detect that by age 5 or so.

2. At some point, usually at a very young age, you did something that got a laugh from the room. You made a joke or fell down or farted, and you realized for the first time that you could get a positive reaction that way. Not genuine love or affection, mind you, just a reaction -- one that is a step up from hatred and a thousand steps up from invisibility. One you could control.

3. You soon learned that being funny builds a perfect, impenetrable wall around you -- a buffer that keeps anyone from getting too close and realizing how much you suck. The more you hate yourself, the stronger you need to make the barrier and the further you have to push people away. In other words, the better you have to be at comedy.

4. In your formative years, you wind up creating a second, false you -- a clown that can go out and represent you, outside the barrier. The clown is always joking, always "on," always drawing all of the attention in order to prevent anyone from poking away at the barrier and finding the real person behind it. The clown is the life of the party, the classroom joker, the guy up on stage -- as different from the "real" you as possible. Again, the goal is to create distance.
You do it because if people hate the clown, who cares? That's not the real you. So you're protected.
But the side effect is that if people love the clown ... well, you know the truth. You know how different it'd be if they met the real you.

jueves, 7 de agosto de 2014

El pétalo. La forma y su enseñanza.

 Hay fortaleza en el reconocimiento de la debilidad. No es la mediocridad lo que te condena, es el engaño del que se disfraza, la sombra que viste, esa duda en tu cabeza. Murmurando que se puede; cuando el alma, agotada, se usa de alfombra.
 Nos quedan por ver demasiados anexos de nuestros defectos como para llamarnos conocidos. Pero día a día leemos un pie de página nuevo, en el cual nos maravillamos y nos vemos tan sabios y arrogantes como para ignorar nuestra antipatía.
 Somos ante todo, seres pasionales. Fuimos.
 Seamos.

domingo, 25 de mayo de 2014

Inrendible.

 Y en la calle es el silencio lo que acecha. Porque no hay nada más atemorizante para el paranoico de extrañas sencilleces que la falta, la ausencia, la negación de que algo exista persiguiéndolo. Así dista de encontrarse a resguardo. Se le notan los ritos, los métodos, la sublime plataforma de acto en la que ha decidido realizar una exhibición de subterfugios y galopes, patinando de tanto en tanto. Son los nervios lo que lo agobian y es la tensión lo que lo envenena.
 El aire. Pesado y palpable como un ladrillo de colorado polvo se le planta de cara a su testarudez y le devuelve cada golpe de voluntad que asesta para continuar su procesión.