domingo, 25 de mayo de 2014

Inrendible.

 Y en la calle es el silencio lo que acecha. Porque no hay nada más atemorizante para el paranoico de extrañas sencilleces que la falta, la ausencia, la negación de que algo exista persiguiéndolo. Así dista de encontrarse a resguardo. Se le notan los ritos, los métodos, la sublime plataforma de acto en la que ha decidido realizar una exhibición de subterfugios y galopes, patinando de tanto en tanto. Son los nervios lo que lo agobian y es la tensión lo que lo envenena.
 El aire. Pesado y palpable como un ladrillo de colorado polvo se le planta de cara a su testarudez y le devuelve cada golpe de voluntad que asesta para continuar su procesión.