lunes, 13 de octubre de 2014

Sacrificios.

Decidí derrumbar el mundo, para levantarle un templo a mi soledad.

viernes, 3 de octubre de 2014

Madrugada.

 A veces con oir ciertos nombres tiemblo como un nene con frío. No es poético, no es hermoso.
 A veces cuando pienso a cierta gente me retuerzo por darme el lujo de estar en lo correcto y me enorgullece que sea mi culpa saberlos tan bien.
 A veces, estando en silencio escucho tus sonidos mas guturales, te desvivo y te levanto cual mesías a un Lázaro.
 A veces quiero ser capaz de ver a la gente como algo más que ajenos, sentirme verdaderamente uno con ciertas personas.
 A veces me aburro de ser y quisiera conocer de un mundo sin presencia de mi persona, para estar al tanto de situaciones que no podría en caso de existir.
 A veces sueño cosas que desbordan sadismo y cosas que me resultan familiares a condenas infernales de las mas escueta y satírica biblia "ala" Gutenberg.
 A veces me canso de discutir y solo quiero pelear, pero pasa muy poco a menudo. Me agrada demasiado discutir sin necesidad de riña.
 A veces me extraño a mi mismo en tiempos ya distantes, no por ser de una manera querible en pasadas situaciones, sino por poder darme lujos de ignorancias que ahora se me niegan.
 A veces me veo tan hermoso y tan horrible al mismo tiempo que el espejo mismo me consume en un acto de vanidad e inspección que raya la manía y saluda de cerca de la paranoia.
 A veces me resulta realmente imposible reaccionar con simpatía ante gente que no merece ninguna seca forma de reproche. Pero creo que lo llevo muy dentro y no doy pie con bola al momento de las pautas de convivencia.
 A veces me siento extraño dentro de mi propia forma. No me reconozco de ninguna manera. Me siento nuevo, recién creado en un mundo que ya lleva su cause. Me resulta tan histéricamente gracioso que no me quejo, porque hay un raro encanto en ver una película ya empezada. Y es ciertamente la ironía lo que disfruto más de no ser participe del pasado de una vida que llevo desde el comienzo de la misma.