miércoles, 20 de septiembre de 2017

Me cuesta admitir.

 Me cuesta admitir, quizá, que mi soledad es más concurrida de lo que advierten las noticias. Que sus nostalgias de derraman sin sorbo alguno, excomuniones otorgadas a la practicidad del asunto. Que los silencios, manjar de comensales, se enfrían en silencio mortuario, cuando las campanadas de la platería deberían festejar lo que no se oye.
 Me cuesta admitir, aun más quizá, que a pesar de todo, nadie ha tocado la mesa dulce. En la que preparé con tanto cuidado esas imágenes típicas tuyas, esas metáforas de alas, esas risas tan poco meticulosas, esos extremos no tan alejados.
 Me resulta extraño, por no decir molesto, admitir que mis huéspedes son caprichosos, que se invitan y desinvitan a placer, siendo lo primero irritante y lo segundo casi soñado, lo primero consecuente y lo segundo, aunque me cueste admitir, un placer ausente.
 Entonces decía, que me resulta un alivio admitir, aunque lo estiro y ya lo hice largo, que me asusta encontrarme con tu rostro que no es el mío, o con mi rostro tuyo. Encontrarme con verdad sobre mí, tu visión de mí, tu rechazo de mí.
 Pero entonces quiero admitir que aún así, no me admito en esa forma, no me acepto cobarde, no permanezco inadmisible.

martes, 7 de marzo de 2017

Color.

 Él dice herir y ella herida,
 Ella dice puñal y él puñalada.
 Se besan en alborotado silencio. Porque nada es mas estruendoso que la ausencia de cada sonido, que la falta de un entorno. Porque rehuyen al mundo, así se encuentran, tan solo, y por unos intantes, solos pero juntos.
 El dice agonia y ella dice agonizar.
 Ella dice matar y el dice morir.
 Se besan porque sus bocas se llaman, pero se quedaron sin el puente de las palabras para que estas los unan. Ya no tienen que hablar, ni que decir, ni gesticular. Solo les queda hacer.
 Ella dice vida y el revivir.
 El dice sacrificio y ella llora.
 Suena de fondo una cantata de aves de sol.

martes, 24 de enero de 2017

Mala persona.

 Lo que te escribo, espero que te muerda, que te desolle, que cause agonía desmedida y sin consuelo póstumo. Voy a escribirte viviendo asquerosas y revoltosas situaciones de vergüenza, llevando al límite tu dignidad. Mascullando las mierdas de sucias falacias, porque así te ves cuando no mirás; hablás cuando no decís.
 No quisiera, ni en el peor de los imaginarios, lograrte feliz de nada, pensarte conforme de todo. Menos aún cargar con el pecado de ser responsable o autor de tal crimen.
 Para serte (y hacerte) feliz, es que estás vos.
 Necesitás que te golpeen los dolores. Que te sometan la carne y que te supriman las opciones. Que te pongan a riesgo, que te inviten a la desgracia. Y como la muerte de quien más quieras o el abandono de quien más necesites, te hagan sentir el destierro de tu confort. Que te catapulten de tu estatismo.
 Pienso ser quien quiebre la concepción de lo inadmisible dentro tuyo y lo vuelva una memoria.