jueves, 3 de octubre de 2013

Capítulo 7: Trastorno.



 Y de todas las memorias que habría elegido para sostener una batalla en contra, esta no era ni por asomo la candidata a tal evento.
 La situación se agravaba y perdía noción de la realidad a una velocidad que rozaba la de una bala percibida a quemarropa, la saludaba con una palmada y seguía su camino adelantándose a esta.
 Mis sentidos escapaban a mi cordura. Las sensaciones de objetos perdiéndose, gente envejeciendo, objetos envejeciendo y gente perdiéndose en el desván de una línea temporal que no me había sentado a rememorar en siglos.
 Y de pronto ella.
 Me mira con sus ojos cálidos y su piel helada. Helada por el escalofrío, por el miedo. Por el miedo de haberme visto, no como soy sino por haberme visto como ella no me quería saber siendo. Al oído me susurra, en dulces tonos, que ya no hay vuelta atrás para ninguno de nosotros; que nos hemos condenado a la perdición y, aún peor, a la estupidez.
 A su lado, en el suelo, acompañándola hasta el final de sus momentos se retuerce su esperanza en mí.