martes, 2 de octubre de 2012

Pasión por ser apático.


 Escondidas de la voluntad ajena, las palabras pronunciadas, no sin antes dejar claro el desprecio, se vuelven contra el formulador. En estado de catatonia se permite caer en la suposición de que es una equivocación causada por el, tal vez aún más culpable de lo que cree y quiere admitir, sujeto frente a su discurso. Visto de una forma, paulatinamente, más retorcida a favor de si mismo, el sujeto se sumerge de forma casi total en lo que afirma creer. Ni un pelo escapa a la viscosidad de la melancolía que, vista como algo irrisorio, nos patea las espaldas al darnos el lujo de ignorarla y, ya siendo demasiado tarde, ni jabones ni carbones podrían remover de nuestra existencia, aunque tallando con ferocidad se utilicen. Viéndolo de lejos, la vista del panorama no asombra porque este pertenece al imaginario vulgar del situacionismo, que, admirado con la lupa polvorienta de la reseña sigue siendo tan deliciosamente desesperanzador como lo sea el abandono de la pasión.
 Así el extraño a sí mismo se marea y padece los vértigos del disciplinamiento clásico de “sufre los hechos, analiza lo acontecido, acomódate a los tiempos”.

lunes, 1 de octubre de 2012

El grito.


 Como el más indefenso de los niños, le temo al reproche causado por la intención. Me enfrento al castigo que despojado de misericordia llega sin demoras ni escalas, en viaje directo a lo profundo de mi persona. Y con miedo incalculable, levanto la cabeza lentamente, mucho más lento de lo que quisiera, por que el valor medido en cuenta gotas que hoy luzco, aferrado a la inconsciencia de la decisión prematura, debe ser administrado de la forma más calculada. Me visto de harapos del monto de los abandonados, el bulto que, olvidado en la esquina, ofrece ese cobijo que con desprecio y miradas altivas se niegan los transeúntes a considerar de valor.
 Entrego sin placer una exclamación ante el amargo beso del subjetivismo, por que es así como las guerras se evitan, dando a callar con eufemismos el grito desgarrador de lo más recóndito del ser.