domingo, 18 de diciembre de 2016

La culpa es de uno.

 Porque quiero defender mi alegría, de las causalidades y los atentados, de los margenes y los renglones rígidos de rutinaria rueda, del escándalo, de las ausencias y presencias transitorias y definitivas.
  Porque la sal del cuerpo nunca fue una bebida tan tentadora, un milagro tan austero, digno de festejos y bromas, saltos y bailes.
 Porque me reconozco prisionero de encantamientos predescibles y de sonrisas a medias con carcajadas a pulmón.
 Porque yo no se si en vos exista, pero de ser así, no le molestaría mi duda.

 Por eso es que me desvelo sobre, dentro y pensando en tu cuerpo.
 Por eso es que me duermo alejado, fuera y olvidando tu corazón.

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