jueves, 29 de diciembre de 2016

El sexo.

 Se tuerce tu cuerpo sobre el mío, cambia su eje y se penetra solo. No por mí, para mí. Tu boca se relame y lo húmedo se vuelve oblicuo, se tensa. Casi, desgarra.
 Tus aguijones me apuñalan en lo rígido, lo estático, correoso. Inamovible se encuentra mi espaldar, pero mellado y tullido, birlado de su situación de portento.
 Mi arrebato es evidente, lo calloso se encierra en sí mismo, se compunge, se espirala. Y mis pies, se roban la sábana. Están vergonzosos sus dedos, se esconden de soslayo.
 Mis manos te toman por tus firmezas, se curvan, te aferran, atrapan. Lo oblicuo se vuelve lo vertical y se acaricia contra tus entrañas, tus paredes, el dorso de lo interior y asumido. Te exploro, te revelo, encuentro la almeza. El punto de lo dulce, la madurez del fruto. La respuesta de la pregunta, el verbo. Diós.
 Tus ramas se enredan con mis filamentos, mis raíces sefiróticas. Tus manos en mi pelo, tus ojos en mi alma. Mis manos en lo sinuoso , mis ojos en tu palabra.
 Carne que se cuece sola, que arde por dentro y quema por fuera. Lo grotesco, lo burdo, lo ofensivo y lo hiriente. Violencia.
 Violencia que se vuelve querible, adorable y amable. El frote, el roce, la caricia. Todo se vuelve contundente, lo blando se endurece, lo duro se magulla y lo magullado se enrojece. El rojo se vuelve morado.
 La boca, lo resbaloso, lo que daña, lo que divide. Muerde con ansia, intenta y logra. Devora el deseo y la piel se mancha.
 Lo vertical es tu eje.
 Lo que hiere te sana, te cautiva. Lo que humedece te excita, te calienta, te alborota.
 Lo que aferra y te atrapa, te contiene, te cuida.
 Lo que me estaca, me despierta, me concentra, me recuerda.
 Lo que me enreda me aturde, me atonta, me marea.
 Lo vertical se retorna a lo oblicuo.
 Lo que ahora es oblicuo vuelve a lo vertical.
 Viceversa.
 La reiteración.
 El parámetro.
 El goce.
 La ecuación se resuelve.
 Lo caliente, lo que hierve, lo que arde. Todo estalla.
 Lo rígido se relaja.
 Los ojos se entrecierran y las lenguas jadean.
 Las bocas se arquean, secas. Se abren en cuña.
 Las palabras se encuentran, pero mudas, las lenguas se saludan.
 Tu matriz palpita y mi terminal duerme.

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