jueves, 22 de diciembre de 2016

Tractat.

 Quiero, entre tus manos, sentir el ahínco con el que respiras las palabras pronunciadas. La laxa tendencia de tu humor pre-vigilia se me insinua en ristras caprichosas con extenso historial de reivindicaciones.
 Quiero causarte la taquicardia de la muerte, sin que padezcas el estatismo posterior a la entrópica finitud de haber sido. Exhalar dentro de tu boca la vida que se te escapa por la yema de los dedos mientras estos lijan las asperezas de mi coraza y tus pies se cierra sobre sí mismos ante la angustia de creer que no puede haber nada mejor que lo presente.
 Quiero que tus espinas se claven en mí para ser devorado por la venus que se abre con apetito de una víctima que, a sabiendas de su conato, intenta lograr un destino a contrarreloj.
 Quiero que grites y muerdas, que te retuerzas y patalees ante las declaraciones de alborozo que berrean tus entrañas.
 Quiero hacerte llorar la tristeza fuera de tus ojos, para limpiar los ventanales que me dirigen a tu centro, ergo, tu alma.

 Necesito, sin embargo, saberte.

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